Erase una vez un bello y juvenil
príncipe que gustaba mucho de gastar bromas y burlase de los demás, por su impórtate rango casi nadie
se atrevía a reclamar, su padre, el rey,
un hombre justo y correcto se molestaba mucho, pero amaba a su hijo y era lo
único que le quedaba de su amada esposa, quien murió al da a luz.
Así corrían felices los días de
nuestro príncipe hasta que por una apuesta se le ocurrió enamorar a una hermosa
y joven doncella quien al darse cuenta del engaño entro en un estado de gran
angustia y una profunda melancolía.
El príncipe sintió el pinchazo de la culpa,
algo en su conciencia le molestaba. Pero pensó que la culpa era de ella, por
creer tontas palabras, era obvio que no podía ser verdad, un príncipe no se
fijaría en una plebeya, así iba un día silbando despreocupado hasta que al
llegar a palacio fue informado que su padre lo esperaba en el salón, eso significaba
reprimenda, no se preocupo mayormente ponía cara de arrepentido prometía no
hacerlo nunca mas, y después pensaba en cualquier cosa mientras dejaba a su
padre desahogarse, pero hoy su padre no estaba solo.
Al lado del rey que se veía entre
molesto y.. ¿un poco asustado? Muy intrigado el príncipe se vuelve y al lado
del padre, alta, erguida y mas imponente que nunca, estaba la Gran Hechicera
del reino, no la había visto muchas veces ya que su mirada parecía traspasarlo,
sólo una vez se detuvo frente a él y le
dijo “te
falta la bondad de tu madre y gallardía y honor de tu padre, tendrías que pasar
grandes pruebas para llegar a ser un digno rey”, de ahí no le presto
mas atención y él la evitaba de ser posible, se rumoreaba de sus grandes
poderes y de ser algo mal genio.
“Valiente”, dijo el
padre, después de aclararse la garganta, “la gran hechicera (la voz le tembló
levemente) dice que has engañando vilmente a su hija”, el padre lo
miraba como suplicando lo desmintiera, en ese momento Valiente se percato de el
parecido y sintió su cara enrojecer, el sudor
corría por la espalda, sentía en si la mirada suplicante del padre y la
dura e inquisidora de la hechicera, suavemente ella se acerco a Valiente y
empezó a dar vueltas en torno a él.
El rey quiso pararse pero ante
una mirada de la hechicera se quedo en silencio, sabía lo que la furia de esa
mujer podía hacer, la vio destruir una
torre con un solo movimiento el día que murió su mujer, que fue una gran amiga
de la hechicera. Giro alrededor del príncipe tres veces a la derecha y tres a
la izquierda, se paro frente a él, lo miro, a lo que le joven y asuntado príncipe
volvió la cabeza.
“¡Mírame!” dijo con una
voz suave y gélida, que parecía contener con esfuerzo una gran furia, a todos los presentes
les corrió un escalofrió que casi hizo tintinear los dientes, al príncipe no le
quedo otra que fijar la mirada en esos ojos negros, por su mente pasaron todas
las imagines de lo vivido con la chica, solo había robado un beso, mientras sus
amigos miraban detrás de los arbustos, la chica de pronto se volvió y fue a los
arbustos, ahora entendía como lo supo. La mujer respiro mas tranquila, su hija
manejaba bien la oclumancia, no le había podido sacar lo que paso, aun muy
molesta comenzó a pasearse por la habitación el príncipe fue a hablar para
decir que la chica fue muy tonta, cuando la maga se volvió y lo miro furiosa,
el rey con la mirada le suplicaba silencio. Esta mujer no solo era peligrosa
sino además muy útil y querida por el pueblo, salvaba cosechas, hacia llover en
sequia no mucho pero lo suficiente para ahorrar muertes, muchas veces hacia de
curanderas, pero ahora se veía muy enojada.
Siguió paseando, deteniéndose frente al retrato de la reina y la miro largo
rato. El rey vio a la mujer más allá de la hechicera y observo una conversación
de madre a madre, los ojos se le humedecieron en pensar en su amada reina, en
su amor, su sabiduría, su ternura… tan absorto estaba en sus recuerdos que se
sobresalto cuando escucho una voz a su
lado.
“Estimado rey, voz sabias lo
mucho que ame a vuestra querida esposa, fue lo mas cercano a una hermana”,
el rey comenzaba a respirar aliviado cuando escucho, “pero nada supera el amor de
madre, lo que ha hecho este muchacho es imperdonable” , “pero..” dijo el rey, “le ruego su alteza me permita terminar. Sin
embargo debido al aprecio que usted me merece no lo convertiré en el bicho que este
muchacho merece”.
El príncipe que parecía helado quiso
sonreír, se había salvado otra vez, pero se quedo de piedra al escuchar, “no
obstante mi hija y yo marcharemos de este reino ya que no nos sentiremos cómodas
trabajando para un futuro rey que no merece para nada nuestro respeto”,
el rey estaba muy pálido, el
silencio se hacía muy pesado, mirando al
muchacho con tanta intensidad que parecía querer hipnotizarlo, “tu prometerás
respetar a tus súbditos y nunca más hacer algo para burlarte ni humillarlos a
propósito”, “claro claro” balbuceo Valiente.
“Su alteza podría tomar el
juramento, por favor. Además claro esta juraras que el velaras por el bien tu
pueblo”,
“no creo que sea necesario”, dice el rey, quien tenida dudas que su
hijo cumpliera.
“Su alteza el marcharme es por la
ofensa que siento como madre, esta promesa es por la ofensa a mi hija”
y miro al rey quien entendió que su marcha era el castigo para él, por no poner
rienda firme a su hijo, pero el muchacho aun no estaba libre.
El joven dudo solo un momento y
juro sobre el libro sagrado.
“Muchacho” dijo la
hechicera ya aparentemente satisfecha,” has jurado sobre el libro sagrado”
, dio una vuelta sobre él y apoyando su mano de largas uñas rojas en la cabeza del príncipe donde un luz pareció atravesarlo.
El rey contuvo el aliento y los guardias levantan sus armas.
“Muchacho”, repite, “si
eres un hombre de palabra como tus padres no tendrás problema alguno, pero si
no… tendrás que cantar muchas veces tus cancioncitas hasta que una chica te
bese y te liberes”, con una sonrisa malévola, “esperemos que sea de un lindo corazón … el tiempo va a depender de cuanto
demores en limpiar el tuyo y conozcas el
arrepentimiento sincero. Recuerda estas palabras ya que algo me dice que las necesitaras”
“Hasta pronto su alteza le deseo
las mejor de las suertes, larga vida la rey”, se inclina, extiende sus
largas manos hacia él, quien las acoge, acongojado por la pérdida de tan
importante apoyo y aun temeroso y avergonzado por su hijo, de pronto siente una
descarga, un tibia luz que parece posarse en su corazón, la mira asombrado,
asustado y un poco molesto.
“Salud y larga vida al rey”,
repite la hechicera, hace una reverencia y se evapora, dejando una estela de
humo.
El rey entendió que la hechicera
le había concedido una larga vida, él quería partir pronto con su amada esposa,
pero parece que a su hijo le faltaba mucho por madurar.
Pasaron los días y un par de
meses, Valiente creía saber cómo era que debía comportarse, pero no estaba muy
seguro en algunas cosas, eso si nada de andar enamorando jovencitas, pero su
padre vivía muy ocupado, el pueblo estaba muy enojado e inquieto con la partida
de las hechiceras.
A lo lejos, en el lago vio a sus
antiguos amigos, lo dudo, pero finalmente se acerco estaba aburrido
“¿Qué hacen?” dijo el príncipe
“Molestamos a los sapos, mira les tiras una
piedra y tiene que saltar al otro lado”. El príncipe dudo pero los
sapos no son subiditos ¿verdad? Así que se unió a la diversión, al poco rato los
chicos se aburrieron.
Se dirigieron al palacio a beber
refrescos, no estaba el mozo habitual, lo reemplazaba su sobrino un chico muy
tímido con la cara llena de granitos, del que pronto sus amigos empezaron a
reírse, Valiente trataba de no reír por que recordaba levemente la promesa, sus
amigos empezaron a pedirle de a uno los refrescos, una fruta, luego hielo, para hacerlo ir y venir, una y otra vez,
finalmente el príncipe sucumbió y saco su gran veta artística haciendo una
perfecta imitación del muchacho aun con su leve cojeo, tomo la bandeja de las
manos chico y empezó a servir imitando sus movimientos y su tono de voz, el
pobre chico tenia la cara tan roja que no se veían sus granitos cuando de
pronto se escucha un ruido metálico de la bandeja al caer al suelo .
El príncipe había desaparecido,
mucho lo buscaron lo llamaban, gritaban, la único que había era una extraña rana de ojos azules la que uno de los
amigos de una patada la lanzo lejos, el joven mozo la recogió suavemente y la
fue a dejar la lado del estanque.
Del príncipe no se supo mas hasta
que ….
Paso por un zapatito roto y otro día
te cuento otro
Eiiii no me dejes asi... los cuentos siempre tiene un final... jooo.
ResponderEliminarLe esta bien empleado ojala eso que le paso le pudiera pasar a mas de uno. Sin respeto a los demas no se puede ir por la vida.
Un bessito
Ya va, Ya va, esta es la primera parte de unos cuentos basados en "el rey sapo" ¿a que no sabias como el principe llego a sapo?
ResponderEliminarBesitos
Hechi