El príncipe
Juan estaba muy feliz de nunca ser rey. Sentía una gran admiración por su
hermano mayor y también un poco pena por la pesada carga que llevaría sobre sus
hombros. Fuera de tener el destino del pueblo en sus manos se le exigía mucho
en su comportamiento, en cambio él era mucho más libre y por lo tanto más
feliz.
Juan también
tenía un fuerte compromiso con el prójimo, así que siguió la vocación religiosa
y El Señor lo premio con una esposa tan linda como buena, así con su esposa
Consuelo decidieron partir a un lejano país difundir la fe y ayudar a la gente
necesitada, donde no los conocieran y pudiera realizar su labor con
libertas. Sus padres, los reyes
recibieron con una mezcla entre tristeza y alivio.
Su nuevo hogar era hermoso, lleno de bellos
colores y gente amable, todo mejoro aun mas cuando nació la bella Renata, una
princesita de ojos azules y mirada picaresca, una niña sana y bella.
Tanto Juan
como Consuelo cumplían muchas labores en la comunidad, el que Consuelo fuera
enfermera ayudaba mucho y Juan además de evangelizar enseñaba a leer y
escribir, y ayudaba a los aldeanos con los tramites. La bella Renata corría
feliz con los niños del pueblo, de su educación se encargaban sus padres y recibía
sus libros por un sistema de correspondencia.
Cuando
Renata tenía 9 años se desato una epidemia muy fuerte en el pueblo, sus padres
como medida de protección la enviaron unos días con unas ancianas y amables
religiosas que tenían su casa de reposo a unos kilómetros de distancia, hasta
que pasara la epidemia. Eran unas
señoras muy amables y cocinaban cosas muy ricas, lo único malo es que insistían
en enseñarle a bordar y esas cosas. Tampoco podía correr a pie descalzo, pero
no importaba solo serian unos días.
Fueron pocos
días, pero por que la fatalidad toco la puerta de esta familia, Juan y Consuelo
fueron presa de la peste y fallecieron en pocos días. Las religiosas se
comunicaron con el único pariente vivo que le quedaba a la niña el rey.
El rey en este
momento estaba con graves problemas pues su amada esposa acababa de fallecer al
dar a luz, y ahí estaba con la pena y un chico recién nacido. Así que mando una
delegación de eficientes funcionaron que recogieran a la niña y la llevarán al
mejor colegio de señoritas, que ya estaba en edad para eso ya la visitaría él
en cuanto pudiera, pues además de ser su pariente más cercano era su padrino.
Así Renata
se encontró en un frio convento con unas religiosas muy distintas a las que conocía, todo el día serias,
siempre con reproches, que siéntate derecha, que así no se come, no eres digna
de ser una princesa. Para la pequeña Renata, acostumbrada a recibir amor, fue
como una pesadilla.
Nunca más
recibió abrazos, solo podía llorar a escondidas, ya que las princesas parece
tampoco lloran, es como si el color se fuera de su vida. Estaba sola, sus
compañeras eran iguales a las religiosas, quizás llevaban mucho tiempo ahí.
Un día muy
molesta porque una religiosa la tiraba fuertemente del brazo le dio una fuerte
patada, ahí la encerraron en una fría y oscura celda durante 3 días sin comer,
con una manta y un rosario para que pensara en su mal comportamiento, no sería
el único castigo de su vida escolar.
El color
había desaparecido de su vida, entre tanto color gris de las paredes, uniformes
grises y hábitos negros. Quizás no solo el color, ella misma había
desaparecido, a nadie le importaba si existía o no, ni a ella misma.
Ya faltaba
poco para obtener su libertad, a los 18 se tendría que ir, pero poco antes de
eso llego un gran carruaje a buscarla, venían como cinco doncellas que sin
ningún respeto o pudor la bañaron, de nada sirvieron sus protestas, le
tironearon el pelo haciéndole un ridículo peinado, y le pusieron un corsé con
el que apenas podía respirar. El rey necesita verla es lo único que le dijeron.
Llego a la
precencia del viejo, ese culpable de todas sus desgracias, quien intento
abrazarla, ella con gran esfuerzo logro quedarse quieta y no darle el empujón
que hubiera querido.
“Querida
sobrina – empezó el muy pomposo- como es de tu conocimiento la gran desgracia
ocurrida en el reino – por un momento hizo un silencio y pareció quedarse
pensando en algo, Renata no tenía idea pero tampoco le importaba así que siguió
callada – Con la desaparición del príncipe heredero eres tú la que sigue en la
línea de sucesión – ahí sí que Renata abrió inmensamente sus ojos.
“Yo soy muy
viejo, se me ha concedido vivir más de lo oportuno y ahora sé porque, sé que no
te he dedicado mucho tiempo, lo que ahora remediaremos, tienes que aprender
rápidamente ¿alguna consulta?
- No
- Cuanto te
dirijas a mi dirijas “no, su alteza” o “si, su alteza”
Renata
respiro fuertemente “no, su alteza” los años con las religiosas le había
enseñado que a veces es mejor callar.
Así
nuevamente las doncellas la trataron como si fuera una muñeca de trapo
tironeándola, metiéndola en tinas llenas de rosas, refregándola, tirándole el
pelo, torturándola con los corsés. Pero pronto ella aprendió que podía
desquitarse con pequeños detalles, decía
que alguna estaba muy caliente, después muy fría, les hacia cambiarle los
vestidos, encontraba todo sucio, esos eran los únicos pequeños gustos que se
podía dar.
El resto
eran aburridas charlas con el rey, que charlas monólogos, sobre lo que se
esperaba de ella. A veces lograba arrancarse a los jardines que le recordaban a
su madre, a veces también eso la enojaba y las pateaba, ¿Por qué tuvieron que
abandonarla? ¿Por qué no se fueron cuando supieron de la peste? ¿Por qué no la
dejaron con ellos y estarían todos juntos?.
Uno de esos
días en que estaba especialmente triste paseaba por el jardín acariciando el
anillo de diamantes había sido el anillo de compromiso de su madre, casi la
única cosa física que le quedaba de ellos, sin saber cómo tropezó y el anillo
voló de sus manos.
Desesperada
se puso a buscarlo, pero no estaba por ningún lado
¿Qué buscas?
Mi anillo de
diamantes – mirando alrededor no vio a nadie ¿Quién habla?
Yo- dijo un
asqueroso sapo, detestaba los sapos
Quieres
o no tu anillo?
Tráemelo
- ordeno
Lo
hare con una condición, que me tomaras entre tus manos y me llevaras a palacio
y a tu dormitorio.
No
lo hare
No
habrá anillo
La
princesa lo medito un rato y acepto
El
sapo rápidamente encontró el anillo.
Y
cuando la princesa se iba a marchar
El
sapo le recordó el acuerdo a lo que ella respondió con una carcajada.
De
un brinco el sapo de colgó de su vestido a los gritos de la princesa llego el
rey que paseaba por ahí, pregunto que pasaba.
La
princesa le conto lo que pasaba, y el rogaba que le sacara el asqueroso animal
El
rey miro al sapo y sin saber porque recordó la hechicera,
- las
promesas hay que cumplirlas o pueden pasar cosas terribles, prometiste y cumplirlas,
-dijo con una voz que fuerte que la princesa no había escuchado, bastante asustada por el ceño fruncido de su
padrino y con mucho asco tomo al sapo.
Al
llegar a su dormitorio le dice aquí estas animal asqueroso y lo arrojo con
fuerza al otro lado de la habitación azotándose fuertemente contra la pared,
con tanta fuerza que cayo sentada en la cama, atónita vio en el suelo aun joven
que parecía muerto y el espejo de la pared reflejaba una fea rana sobre la
cama, muy asustada vio a su alrededor, todo estaba tan distinto, hasta que miro
sus manos y comprendió que ¡ ella era la rana! .
De
un saldo al tocador de otro a la ventana y ya estaba fuera del palacio ¡era
libre!!!!, que importaba su aspecto, nadie le diría nada. Asi brincando feliz,
cada vez mas lado, ¿hace tanto que no saltaba! Llego al estanque y de un solo salto se sumergió en el agua,
hasta podía nadar bajo el agua, la sensación era maravillosa, podía cantar tan
fuerte como quisiera, saltar de hoja en hoja y parece era la mas linda del
estanque ya muchos la miraban coquetamente.
A
los pocos días escucho que el príncipe la llamaba, ella se escondo bajo una
flor de loto, y cuando se iba salto cerca salpicándolo, y lo disfruto mucho
manchando su blanco uniforme. Él se volvió pero no vio nada.
Un
día el sapo mas valiente audaz, mejor cazador se acercó a ella con unas flores
rogando su amor, la princesa lo pensó y decidió aceptar, era muy feliz como
rana y no quería nunca mas ser una princesa mandada, apretada, triste y sola.
Sin
embargo el príncipe, que su experiencia lo había cambiado mucho, estaba muy
preocupado por la princesa, era el único en realidad, se sentía culpable de que
ella quedara como rana por su culpa. Después de muchos esfuerzos encontró a la
hechicera, que ya se le había pasado el enojo mas cuando su hija le conto que a
los chicos escondidos detrás de los arbustos les mando un hechizo de granos en
el trasero, de tanto reírse, en especial de que ellos no lo contaron a nadie se
les paso el enojo. Así cuando el príncipe la encontró, le conto sus experiencias, la hechicera lo
miro a los ojos profundamente y vio un joven sincero que por fin se había
puesto en contacto con la esencia bondadosa de su madre, decidido ayudarlo.
Así
un día llegaron ambos frente al estanque, la hechicera respiro fuerte y dijo
“princesa te convoco” tres veces lo tuvo que repetir, y la princesa aunque se
resistía se para en una flor de loto en medio del estanque
trataba de huir y no podía, ella no quería volver a ser princesa, era feliz
siendo rana.
Por
favor, por favor señora hechicera no me haga volver a ser princesa, por favor-
mas de su boca solo salía un croar- a la princesa rana lentamente le empezaron
a caer las lagrimas, pensaba en su amado sapo, en sus amigas, por fin tenia
amigas.
La
hechicera levanto sus manos , miro fijamente a la
rana, y de su mano de largos dedos del dual se
desprendieron luces de colores dijo, larga vida y feliz vida princesa, que este
lugar que de alegría y paz al espíritu.
Se
volvió al príncipe y le dijo será tu obligación que por lo menos durante 100
años este será solo un lugar de pase, descanso y paz, quien lancé un piedra al
estanque sus trasero de llenara de granos, dijo con una picara sonrisa, el
protegerlo es tu tarea. Acá podrás encontraras paz cuando las tareas del reino
te agobien, se dio vuelta y miro a la rana princesa, que bajo la cabeza pensó que ese pobre príncipe, lo cargarían
con todas esas obligaciones, no le tiraría mas agua.
-
¿y
la princesa? Dijo el agobiado príncipe
-
¿confías
en mí?
-
Si
señora
-
Ella
esta bien y feliz, no quiere ser encontrada.
-
¿Cuidaras
el estanque? - pregunto la hechicera.
-
Siempre
– Dijo el príncipe con firmesa y mientras veía a la hechicera alejarse en su escoba supo
que este estanque seria siempre su lugar especial.
Y
Renata tuvo una larga vida, que le permitió tener tres esposos que la hicieron
muy feliz, jugo salto y canto hasta el ultimo de sus días, siendo quizás la princesa
mas feliz de la que nunca se supo.
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