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sábado, 26 de mayo de 2012

3.LA PRINCESA, EL PRINCIPE Y LA RANA



El príncipe Juan estaba muy feliz de nunca ser rey. Sentía una gran admiración por su hermano mayor y también un poco pena por la pesada carga que llevaría sobre sus hombros. Fuera de tener el destino del pueblo en sus manos se le exigía mucho en su comportamiento, en cambio él era mucho más libre y por lo tanto más feliz.



Juan también tenía un fuerte compromiso con el prójimo, así que siguió la vocación religiosa y El Señor lo premio con una esposa tan linda como buena, así con su esposa Consuelo decidieron partir a un lejano país difundir la fe y ayudar a la gente necesitada, donde no los conocieran y pudiera realizar su labor con libertas.  Sus padres, los reyes recibieron con una mezcla entre tristeza y alivio.



Su  nuevo hogar era hermoso, lleno de bellos colores y gente amable, todo mejoro aun mas cuando nació la bella Renata, una princesita de ojos azules y mirada picaresca, una niña sana y bella.

Tanto Juan como Consuelo cumplían muchas labores en la comunidad, el que Consuelo fuera enfermera ayudaba mucho y Juan además de evangelizar enseñaba a leer y escribir, y ayudaba a los aldeanos con los tramites. La bella Renata corría feliz con los niños del pueblo, de su educación se encargaban sus padres y recibía sus libros por un sistema de correspondencia.



Cuando Renata tenía 9 años se desato una epidemia muy fuerte en el pueblo, sus padres como medida de protección la enviaron unos días con unas ancianas y amables religiosas que tenían su casa de reposo a unos kilómetros de distancia, hasta que pasara la epidemia.  Eran unas señoras muy amables y cocinaban cosas muy ricas, lo único malo es que insistían en enseñarle a bordar y esas cosas. Tampoco podía correr a pie descalzo, pero no importaba solo serian unos días.

Fueron pocos días, pero por que la fatalidad toco la puerta de esta familia, Juan y Consuelo fueron presa de la peste y fallecieron en pocos días. Las religiosas se comunicaron con el único pariente vivo que le quedaba a la niña el rey.
El rey en este momento estaba con graves problemas pues su amada esposa acababa de fallecer al dar a luz, y ahí estaba con la pena y un chico recién nacido. Así que mando una delegación de eficientes funcionaron que recogieran a la niña y la llevarán al mejor colegio de señoritas, que ya estaba en edad para eso ya la visitaría él en cuanto pudiera, pues además de ser su pariente más cercano era su padrino.
Así Renata se encontró en un frio convento con unas religiosas muy  distintas a las que conocía, todo el día serias, siempre con reproches, que siéntate derecha, que así no se come, no eres digna de ser una princesa. Para la pequeña Renata, acostumbrada a recibir amor, fue como una pesadilla.
Nunca más recibió abrazos, solo podía llorar a escondidas, ya que las princesas parece tampoco lloran, es como si el color se fuera de su vida. Estaba sola, sus compañeras eran iguales a las religiosas, quizás llevaban mucho tiempo ahí.
Un día muy molesta porque una religiosa la tiraba fuertemente del brazo le dio una fuerte patada, ahí la encerraron en una fría y oscura celda durante 3 días sin comer, con una manta y un rosario para que pensara en su mal comportamiento, no sería el único castigo de su vida escolar.
El color había desaparecido de su vida, entre tanto color gris de las paredes, uniformes grises y hábitos negros. Quizás no solo el color, ella misma había desaparecido, a nadie le importaba si existía o no, ni a ella  misma.
Ya faltaba poco para obtener su libertad, a los 18 se tendría que ir, pero poco antes de eso llego un gran carruaje a buscarla, venían como cinco doncellas que sin ningún respeto o pudor la bañaron, de nada sirvieron sus protestas, le tironearon el pelo haciéndole un ridículo peinado, y le pusieron un corsé con el que apenas podía respirar. El rey necesita verla es lo único que le dijeron.
Llego a la precencia del viejo, ese culpable de todas sus desgracias, quien intento abrazarla, ella con gran esfuerzo logro quedarse quieta y no darle el empujón que hubiera querido.

“Querida sobrina – empezó el muy pomposo- como es de tu conocimiento la gran desgracia ocurrida en el reino – por un momento hizo un silencio y pareció quedarse pensando en algo, Renata no tenía idea pero tampoco le importaba así que siguió callada – Con la desaparición del príncipe heredero eres tú la que sigue en la línea de sucesión – ahí sí que Renata abrió inmensamente sus ojos.
“Yo soy muy viejo, se me ha concedido vivir más de lo oportuno y ahora sé porque, sé que no te he dedicado mucho tiempo, lo que ahora remediaremos, tienes que aprender rápidamente  ¿alguna consulta?
  • No
  •  Cuanto te dirijas a mi dirijas “no, su alteza” o “si, su alteza”
Renata respiro fuertemente “no, su alteza” los años con las religiosas le había enseñado  que a veces es mejor callar.
Así nuevamente las doncellas la trataron como si fuera una muñeca de trapo tironeándola, metiéndola en tinas llenas de rosas, refregándola, tirándole el pelo, torturándola con los corsés. Pero pronto ella aprendió que podía desquitarse con pequeños detalles,  decía que alguna estaba muy caliente, después muy fría, les hacia cambiarle los vestidos, encontraba todo sucio, esos eran los únicos pequeños gustos que se podía dar.

El resto eran aburridas charlas con el rey, que charlas monólogos, sobre lo que se esperaba de ella. A veces lograba arrancarse a los jardines que le recordaban a su madre, a veces también eso la enojaba y las pateaba, ¿Por qué tuvieron que abandonarla? ¿Por qué no se fueron cuando supieron de la peste? ¿Por qué no la dejaron con ellos y estarían todos juntos?.
Uno de esos días en que estaba especialmente triste paseaba por el jardín acariciando el anillo de diamantes había sido el anillo de compromiso de su madre, casi la única cosa física que le quedaba de ellos, sin saber cómo tropezó y el anillo voló de sus manos.
Desesperada se puso a buscarlo, pero no estaba por ningún lado
¿Qué buscas?

Mi anillo de diamantes – mirando alrededor no vio a nadie ¿Quién habla?
Yo- dijo un asqueroso sapo, detestaba los sapos
Quieres o no tu anillo?
Tráemelo - ordeno
Lo hare con una condición, que me tomaras entre tus manos y me llevaras a palacio y a tu dormitorio.
No lo hare
No habrá anillo
La princesa lo medito un rato y acepto
El sapo rápidamente encontró el anillo.
Y cuando la princesa se iba a marchar
El sapo le recordó el acuerdo a lo que ella respondió con una carcajada.
De un brinco el sapo de colgó de su vestido a los gritos de la princesa llego el rey que paseaba por ahí, pregunto que pasaba.
La princesa le conto lo que pasaba, y el rogaba que le sacara el asqueroso animal
El rey miro al sapo y sin saber porque recordó la hechicera,
- las promesas hay que cumplirlas o pueden pasar cosas terribles, prometiste y cumplirlas, -dijo con una voz que fuerte que la princesa no había escuchado, bastante asustada por el ceño fruncido de su padrino y con mucho asco tomo al sapo.


Al llegar a su dormitorio le dice aquí estas animal asqueroso y lo arrojo con fuerza al otro lado de la habitación azotándose fuertemente contra la pared, con tanta fuerza que cayo sentada en la cama, atónita vio en el suelo aun joven que parecía muerto y el espejo de la pared reflejaba una fea rana sobre la cama, muy asustada vio a su alrededor, todo estaba tan distinto, hasta que miro sus manos y comprendió que ¡ ella era la rana! .

De un saldo al tocador de otro a la ventana y ya estaba fuera del palacio ¡era libre!!!!, que importaba su aspecto, nadie le diría nada. Asi brincando feliz, cada vez mas lado, ¿hace tanto que no saltaba! Llego al estanque  y de un solo salto se sumergió en el agua, hasta podía nadar bajo el agua, la sensación era maravillosa, podía cantar tan fuerte como quisiera, saltar de hoja en hoja y parece era la mas linda del estanque ya muchos la miraban coquetamente.

A los pocos días escucho que el príncipe la llamaba, ella se escondo bajo una flor de loto, y cuando se iba salto cerca salpicándolo, y lo disfruto mucho manchando su blanco uniforme. Él se volvió pero no vio nada.



Un día el sapo mas valiente audaz, mejor cazador se acercó a ella con unas flores rogando su amor, la princesa lo pensó y decidió aceptar, era muy feliz como rana y no quería nunca mas ser una princesa mandada, apretada, triste y sola.
Sin embargo el príncipe, que su experiencia lo había cambiado mucho, estaba muy preocupado por la princesa, era el único en realidad, se sentía culpable de que ella quedara como rana por su culpa. Después de muchos esfuerzos encontró a la hechicera, que ya se le había pasado el enojo mas cuando su hija le conto que a los chicos escondidos detrás de los arbustos les mando un hechizo de granos en el trasero, de tanto reírse, en especial de que ellos no lo contaron a nadie se les paso el enojo. Así cuando el príncipe la encontró,  le conto sus experiencias, la hechicera lo miro a los ojos profundamente y vio un joven sincero que por fin se había puesto en contacto con la esencia bondadosa de su madre, decidido ayudarlo.

Así un día llegaron ambos frente al estanque, la hechicera respiro fuerte y dijo “princesa te convoco” tres veces lo tuvo que repetir, y la princesa aunque se resistía se para en una flor de loto en medio del estanque trataba de huir y no podía, ella no quería volver a ser princesa, era feliz siendo rana.  
Por favor, por favor señora hechicera no me haga volver a ser princesa, por favor- mas de su boca solo salía un croar- a la princesa rana lentamente le empezaron a caer las lagrimas, pensaba en su amado sapo, en sus amigas, por fin tenia amigas.
La hechicera levanto sus manos , miro fijamente a la rana, y de su mano de largos dedos del dual se desprendieron luces de colores dijo, larga vida y feliz vida princesa, que este lugar que de alegría y paz al espíritu.
Se volvió al príncipe y le dijo será tu obligación que por lo menos durante 100 años este será solo un lugar de pase, descanso y paz, quien lancé un piedra al estanque sus trasero de llenara de granos, dijo con una picara sonrisa, el protegerlo es tu tarea. Acá podrás encontraras paz cuando las tareas del reino te agobien, se dio vuelta y miro a la rana princesa, que bajo la cabeza  pensó que ese pobre príncipe, lo cargarían con todas esas obligaciones, no le tiraría mas agua.
-        ¿y la princesa? Dijo el agobiado príncipe
-        ¿confías en mí?
-        Si señora
-        Ella esta bien y feliz, no quiere ser encontrada.
-        ¿Cuidaras el estanque? - pregunto la hechicera.
-        Siempre – Dijo el príncipe con firmesa y mientras veía a la hechicera alejarse en su escoba supo que este estanque seria siempre su lugar especial.
Y Renata tuvo una larga vida, que le permitió tener tres esposos que la hicieron muy feliz, jugo salto y canto hasta el ultimo de sus días, siendo quizás la princesa mas feliz de la que nunca se supo.



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